Fecha de publicación: 28 February 2023
Dr Matthew Glanville, jefe de principios y prácticas de evaluación del Bachillerato Internacional
Fuente: Why ChatGPT is an opportunity for schools | The Times
A quienes trabajamos en los colegios o en el sector de los exámenes no nos debería aterrorizar el auge de los programas de inteligencia artificial y ChatGPT. Al contrario, nos debería entusiasmar. Debemos aprovecharlo como una oportunidad excepcional.
Contrariamente a algunas duras advertencias, no supone el fin de los exámenes, ni siquiera una gran amenaza a los trabajos de clase, sino que pone claramente de manifiesto que los programas de inteligencia artificial capaces de escribir respuestas sofisticadas podrían tener una enorme repercusión en nuestra forma de entender la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación.
No debemos ver esta nueva tecnología extraordinaria como una amenaza. Al igual que los correctores ortográficos, los programas de traducción y las calculadoras, debemos aceptar que se convertirá en parte de nuestra vida cotidiana, por lo que debemos adaptarnos y transformar la educación para que nuestro alumnado pueda utilizar estas nuevas herramientas de inteligencia artificial de manera ética y eficaz.
El Bachillerato Internacional (IB), organización en la que soy jefe de principios y prácticas de evaluación, ha decidido no prohibir el uso de ChatGPT o programas de inteligencia artificial similares, como ha ocurrido en otras instituciones, ya que esta no es la forma adecuada de abordar la innovación.
No obstante, se debe informar al alumnado que el trabajo escrito por este tipo de herramientas no se considera su propio trabajo. Presentar un trabajo generado por inteligencia artificial como si fuera propio constituye una conducta improcedente y tendrá consecuencias. Sin embargo, eso no significa que se deba prohibir su uso.
A decir verdad, muchos de los problemas originados por el uso de ChatGPT son extensiones o variaciones de problemas actuales que el IB ya ha debido gestionar, aunque estas tecnologías son considerablemente distintas en cuanto a su velocidad, facilidad de acceso y alcance.
Por ejemplo, el riesgo de que los alumnos/as pidan a otra persona que les escriba su trabajo es bastante habitual. Durante muchos años, el personal docente y el IB han debido abordar ensayos comprados de Internet (de sitios web que ofrecen servicios de venta de trabajos académicos), realizados por tutores externos o incluso por familiares. Nos enfrentamos a este problema de diversas formas. Por ejemplo, todos los trabajos de clase del IB requieren reuniones de control periódicas entre estudiantes y docentes, en las que el profesor/a tiene la oportunidad de preguntar a su alumno/a sobre sus ideas y pedirle que amplíe sus argumentos para demostrar que su trabajo refleja fielmente su comprensión.
Pero también nos entusiasma enormemente la posibilidad de explorar las innumerables oportunidades educativas creadas por estos programas.
Si la inteligencia artificial (en forma de ChatGPT y sus sucesores que serán inevitablemente más poderosos) realmente se va a utilizar de manera habitual en la vida cotidiana en todo el mundo, planteará una serie de preguntas fascinantes sobre las habilidades y los conocimientos esenciales que el alumnado necesitará y que no podemos permitirnos ignorar.
Entre estos se incluye la capacidad de evaluar ensayos generados por inteligencia artificial y de perfeccionar las preguntas planteadas al bot. En este momento, un tema habitual en los comentarios sobre ChatGPT es la necesidad de explorar el planteamiento de las preguntas adecuadas para obtener la respuesta que buscamos.
Además, el alumnado debe ser capaz de identificar y abordar los sesgos. Todos los trabajos generados por inteligencia artificial se basan en la información que el programa ha aprendido, especialmente de la Internet actual, la cual está marcadamente sesgada por autores humanos. Los alumnos/as deben comprender que la inteligencia artificial heredará el sesgo y los puntos ciegos de las personas responsables de su programación o, en el caso de sistemas de autoaprendizaje, de sus fuentes de referencia.
Por último, en un mundo fundamentado en la inteligencia artificial, la gente joven debe ser capaz de reflexionar en torno a los problemas y demostrar creatividad, en lugar de buscar respuestas sencillas o seguir un proceso rutinario. Las herramientas de inteligencia artificial harán esto último de un modo más rápido y eficaz, pero en el primer aspecto es donde pueden destacarse los seres humanos.
Imaginemos una situación de la vida real en la que la inteligencia artificial pueda usarse inmediatamente en el aula. Por ejemplo, para crear un trabajo de ejemplo que el alumnado deba evaluar y criticar. Para un buen número de docentes, pedir a sus estudiantes que corrijan ejemplos de trabajos es una técnica de enseñanza eficaz. El uso de la inteligencia artificial aborda muchos de los problemas éticos y prácticos relacionados con la obtención de ejemplos de trabajos para esta actividad de clase.
Por supuesto, el profesor/a deberá explicar por qué es ético utilizar las herramientas de inteligencia artificial de esta forma, pero utilizarlas para escribir trabajos propios no lo es. Esto, de por sí, podría ser una clase interesante sobre ética. La cuestión es la siguiente: si un programa de inteligencia artificial realmente puede responder de manera convincente una pregunta de examen en un estilo propio de estudiantes de 18 años, ¿por qué no aprovechar esta circunstancia en la enseñanza y el aprendizaje de hoy en día?
En definitiva, a largo plazo, la inteligencia artificial probablemente implique dedicar menos tiempo a enseñar la mecánica de la redacción de ensayos o de la comunicación, y más tiempo a la comprensión, la descripción y el análisis de problemas. Esto es algo digno de celebración, no de temor.
Matt Glanville es jefe de principios y prácticas de evaluación del Bachillerato Internacional.