Graeme C. Clark, embajador de Canadá en México – alumno del PD en Ashbury College, Ottawa.
He sido profesor, periodista y oficial del Servicio Exterior de Canadá. Actualmente soy embajador de Canadá en México. Además, soy un orgulloso graduado del Bachillerato Internacional (IB). Cuando uno mismo es resultado de programas educativos de excelencia, nos podemos llenar de esperanza y satisfacción.
Realicé el Programa del Diploma completo del IB entre 1976 y 1978. Fui el primer alumno del Ashbury College, Ottawa, en completar el programa en inglés y francés cursando Historia en el Nivel Superior. También cursé Economía, Biología y Matemáticas.
“El IB me mostró el camino para convertirme en un ciudadano global” Cuando uno mismo es resultado de programas educativos de excelencia, nos podemos llenar de esperanza y satisfacción.
Tuve la oportunidad de asistir a la Universidad de Toronto y a la Universidad de Oxford antes de incorporarme al Servicio Exterior Canadiense en 1989. En la primera parte de mi carrera profesional, me desempeñé como asistente legislativo de dos ministros de Asuntos Exteriores (entre 1993 y 1995) e incluso del primer ministro canadiense (entre 1995 y 1997).
En el extranjero, fui segundo secretario y vicecónsul en San José (Costa Rica), con acreditación en Honduras, Nicaragua y Panamá; fungí como embajador ante Perú y Bolivia (de 1997 a 2001); como embajador y representante permanente ante la Organización de Estados Americanos (OEA, entre 2006 y 2010); y como ministro y jefe adjunto de Misión en Francia (de 2014 a 2019). Fui distinguido con la Orden del Sol del Perú y la Medalla del Jubileo de Diamante de la Reina Isabel.
En mi opinión, entre los principales beneficios que proporcionan los programas del IB a los alumnos está el darles una educación desde una perspectiva internacional. La evaluación del IB nos permite medirnos con los demás y comparar nuestros esfuerzos. En mi caso, necesitaba un desafío como alumno.
Me da gusto reconocer que fui magníficamente capacitado y asesorado por un gran número de profesores, sobre todo en aquellas materias que no eran necesariamente mis áreas de fortaleza, como Matemáticas. Además, hacer un examen correctamente es una habilidad que los programas del IB nos enseñan.
Los programas educativos del IB tuvieron gran influencia en mi vida personal, social y profesional. El IB me mostró el camino para convertirme en un ciudadano global y me condujo a una carrera internacional al servicio de mi país, Canadá.
Sobre la educación en América Latina, que se ha visto muy afectada, sobre todo desde la llegada de la pandemia de la COVID-19, mi interés particular está en los intercambios estudiantiles entre América Latina, especialmente entre México y Canadá. Abrir las puertas a más experiencias en ambas direcciones es algo que queremos y debemos perseguir. Esperamos que con la nueva normalidad venga la reactivación económica. Necesitamos como hemisferio hablar de las lecciones aprendidas durante esta crisis sanitaria.
Los programas del IB no solo ayudan en la vida profesional a los jóvenes, sino que los preparan para la vida adulta. La educación tradicional es frecuentemente cautelosa al exponer a los alumnos de preparatoria a las grandes preguntas filosóficas. Recuerdo perfectamente y con nostalgia que a los 17 años me encantó el componente Teoría del Conocimiento del Programa del Diploma, porque me hizo reflexionar sobre cuestiones que aun hoy son desafiantes, como la ética.
En suma, es importante tener una educación de calidad para la vida profesional, pero esto no es suficiente para alcanzar el éxito. Una educación integral se lleva a cabo tanto dentro del aula como fuera, en actividades al aire libre, con participación en la comunidad. Es fundamental contar con experiencias para conocer otras realidades, que no solo sean las nuestras o las familiares. Por tanto, hay mucho que hacer en ese sentido y la respuesta, en parte, creo que se encuentra en la educación, en el intercambio de alumnos.